No lo vas a conseguir


Hace unos días estaba con unos amigos pagando en la máquina tragaperras de un parking. Durante la operación, intentaba cubrir dos objetivos:

- Objetivo principal: pagar para poder sacar el coche (9,25 euros).
- Objetivo secundario: quitarme de encima toda la chatarra posible.

Empecé echando todas las monedas de 5cts que tenía. Cuando no me quedaban, fue el turno de las de 10cts, luego 20, y así sucesivamente hasta que... ¡Pues no! No fue hasta que satisfice todo el importe, porque la máquina sólo aceptaba 20 monedas. Quedó 1,20 euros por pagar.
A todo esto, mis amigos habían colaborado en la operación, observando las monedas que tenía en la mano e indicando si estaba secuenciándolas correctamente para quitarmelas de encima: Formábamos un equipo.

Por cierto, el de la imagen es Johannes Kepler, un cabezota al que admiro.

El clima cambió en el mismo momento que la caja indicó que no podía aceptar más monedas. Tuvimos que cancelar el pago, y la máquina devolvió todas las monedas. Ahora, había que empezar otra vez, pero las condiciones de contorno eran distintas.Empecé de nuevo a meter monedas, primero las de 5 cts, luego las de 10, etc...
Pero ahora el clima era bien distinto: Repentinamente tomaron relevancia ciertas circunstancias que antes no habían tenido ningún protagonismo:
- Era medianoche pasada,
- hacía frío
- teníamos sueño,
- y en mi mano teníamos la solución facil: Un billete de 10 euros con el que habríamos satisfecho el objetivo 1, a costa de alejarnos del 2 (pues la máquina hubiera generado más monedas pequeñas con el cambio).

Ahora, ya no tenía colaboración ninguna de mis amigos, ni siquiera mensajes de aliento. Recibía todo lo contrario: "No lo vas a conseguir", "nos vamos a pasar aquí toda la noche", "te vas a quedar corto", "vas a tener que volver a empezar otra vez ya verás", "Mete el billete y déjalo ya". El ambiente había pasado de tener que cumplir un reto divertido a un clima de frustración, hastío y ganas de abandonar.
¿Por qué? porque tenía el billete de 10 euros en la mano, que constituía una solución fácil al objetivo principal, y todos habían decidido pasar del objetivo secundario.

Tozudo, me empeñé y lo logré. Dicen que Kepler tuvo que empezar 79 veces sus cálculos hasta enunciar sus tres leyes que rigen la mecánica celeste. Nunca se rindió en el empeño de alcanzar un objetivo en el que creía. Churchill enunció que el éxito consiste en ir de derrota en derrota sin perder la ilusión.
No debemos rendirnos a la primera cuando las cosas se tuercen. Saber perseverar y luchar por una meta es fundamental, aunque ocasionalmente el equipo abandone. Si incluso en esas condiciones logras tu objetivo, tu solvencia y credibilidad se refuerzan.

Comentarios

Tomás ha dicho que…
Acabo de descubrir tu blog y, una vez más, me declaro sorprendido. Enhorabuena por el trabajo.
Precisamente esta tarde leía un fragmento que encaja bastante bien en tu artículo.

La idea: 'una rápida pérdida ¡también es una ganancia!', como la primera vez que te devolvió las monedas.

El ejemplo: el texto dicta que Edison defendía que no había tenido ni un solo fallo en el proceso de invención de la lámpara incandescente. Es cierto que necesitó 9000 experimentos para llegar al resultado final, pero todos y cada uno de los primeros 8999 experimentos fueron completos éxitos en pro del fin. Fueron una brillante demostración de algo que no había funcionado.

Un abrazo y confío en poder aportar en este blog.

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