El trabajo es un juego de rol

Cuando me levanto, soy el hijo de mis padres, el hermano de mi hermano, y el amor de la vida de mi amor de su vida. Pero a cierta hora de la mañana llego a unas oficinas, y al entrar en ellas juego a ser un cierto personaje de un juego de rol. Me conecto como en Matrix, entro en el mundo virtual, cambian las reglas de relación, y juego una partida.

En los juegos conversacionales de antaño, como los de Sierra Online o Lucas Arts, uno debía coger un frasco de Grog, beber un sorbo, escupirlo en una cerradura para que se disolviera y abrir la puerta que daba acceso al tesoro.
Trabajar es lo mismo. Un cliente tiene un problema, hablas con mengano que genera una pócima, zutano la prueba y compra la cola de lagarto, el ogro hace un papel que firma otro en discordia, se lo envías al afectado y consigues una vida más. Si se te agotan las vidas sin recoger botiquines aquí y allí pierdes la partida.

Lo bueno del trabajo es que la partida puedes empezarla de nuevo (aunque sea juegando a otra cosa). No así la vida real. Cuando uno acaba su jornada de trabajo debe desconectarse, como en la película What is the Matrix, prestar atención a las cosas realmente importantes de la vida y evitar seguir jugando un juego que nos quita tiempo para lo realmente trascendente.

A colación de esto, recuerdo que recién entrado en mi primer trabajo mi jefe me veía corriendo arriba y abajo intentando solucionar problemas sin mucho acierto, y para hacerme reflexionar me preguntó:
- A ver, ¿cuál es tu objetivo?

Me quedé de piedra, parado, y contesté espontáneamente: "Ser feliz con mi mujer". Es la última cosa que él sospechaba que podía contestarle. Hoy, cuando recuerdo la escena, no puedo parar de reír. Pero sobre todo, me siento orgulloso de haber dado sin reflexionar la mejor y más auténtica de las respuestas posibles.

¿Prefieres la píldora roja o la azul?

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