Hoy he podado mi jardín

Había que verlo.
El cesped con dos palmos de altura; la yedra tapando las ventanas; el árbol que creció porque alguien tiró un hueso de cereza, en flor, precioso; los rosales llenos de pinchos y sin flores, uno de ellos especialmente raquítico; la parra totalmente pelada.

Mi jardín está lleno de buenas iniciativas.
El césped, siempre constante, lucha por crecer y desparramarse. Sin embargo, llego yo y lo corto a una altura uniforme. Le viene bien, porque si lo dejo crecer empezarán a salir espigas, cardos, y otras formaciones horribles que harán del conjunto un paisaje terrible. Es mejor que el césped no desarrolle todo su potencial porque lo echaría a perder.

Por otra parte, la yedra tapa la pared y la ventana. ¡Se está extralimitando! Es mejor acotar su terreno y podarla para que entre otras cosas, dedique sus energías a cubrir bien la pared que es la misión encomendada.

Los rosales agradecen la poda, especialmente el que se ha desarrollado más. Quitamos las ramas viejas cortando por encima de las yemas, promesas de esplendor futuro. El rosal más pequeño, que no ha crecido mucho, me da más trabajo que alegrías. No obstante, no lo arranco, porque la cultura de arrancar las cosas que no son extraordinarias de inmediato, sin dar más oportunidades, no va conmigo.

La parra, ya muy vieja, merece los más esmerados cuidados: todos los veranos da abundante sombra por que en invierno corto esus ramas jóvenes, para que las más viejas y experimentadas sigan robusteciéndose y dando vida a nuevos brotes la próxima primavera.

Poco tengo que decir del cerezo. Nació sin darme cuenta un día, porque alguien había lanzado un hueso quizás uno o dos años antes. Es uno de los más bellos árboles ahora, que mide casi dos metros de alto. Con sus flores en plena esfervescencia, sigue creciendo año a año sin necesitar excesivos cuidados.

Si las cosas se dejan a su aire, el que podría ser el jardín más hermoso se convierte en una selva impenetrable. Aun cuando un equipo tiene muchas iniciativas, hay que aunar esfuerzos para conseguir que cada uno en una parcela del proyecto, logre con su trabajo embellecer el cometido del conjunto. Esto no significa cortar la iniciativa, pero sí encauzarla para que el impulso individual y espontáneo se convierta en un elemento más del tejido final.
Algunas iniciativas son tan brillantes, que aunque no estén alineadas con la corriente principal de trabajo hay que dejarlas florecer, pues puede crear algo innovador, inesperado y de gran valor, como mi cerezo.

Hay que podar el jardín para enfocar su energía, pero también hay que abonarlo. Las iniciativas hay que fomentarlas. No puedo tener sombra en verano si no cuido de mi parra en invierno. ¿Tendría sentido que me enfadase con los tulipanes por no dar flores si no los siembro a tiempo?Para lograr resultados, el director debe planificar, procurar formación, y cuidar del jardín. Son operaciones sencillas. Las flores vendrán solas, y las crearán las plantas aunque el jardinero contemplándolas no pueda entender qué milagro natural las hace existir.

Además, estoy convencido de que mis flores son más bonitas porque presumo de ellas cuando alguien me visita. Promociona a tu gente, habla bien de ellos, destaca en cada reunión quienes de tu equipo hizo posible llegar a la meta, esfuérzate difundiendo sus éxitos.

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