¿Pedir permiso o pedir perdón?
Desde este modesto Blog quiero ensalzar la iniciativa como un valor clave en el avance de la sociedad y el crecimiento personal. Proponer ideas y luchar por hacer de ellas realidades es el motor del cambio. Ojo: Cambio no significa progreso. Hay quien la iniciativa le lleva a descubir la penicilina, y a otros la bomba atómica. Pero sin iniciativa no hay ciencia y sin ciencia noy hay conocimiento que permita al ser humano liberarse del sustrato puramente animal para hacer sociedad basada en la abstracción.
Otro valor fundamental es la búsqueda de la Armonía y el Acuerdo. Conseguiremos así definir proyectos orientados a la satisfacción propia y ajena involucrando a otros en nuestras iniciativas, así como el acceso a los recursos para su consecución. Pero cuidado, supeditar sistemáticamente nuestra acción a la aprobación de teceros es un error.
Todos somos diferentes, unos de otros. Si hacemos una media aritmética de todas las preferencias o gustos de las personas, el resultado es cero (salvo en grandes cuestiones como la libertad, la privacidad, etc...). Si siempre condicionamos nuestra acción a la aprobación popular, si no actuamos nunca sin someter primero nuestras ideas al grupo para que todo el mundo opine, conseguiremos en no pocos casos matar cualquier conato innovador que cruce por nuestra mente.
Por todo ello, hay ocasiones en las que es mejor no preguntar, y someter a opinión nuestros hechos consumados. El riesgo es que alguien se pueda disgustar, pero el éxito puede ser desarrollar algo auténtico y diferente.
Siempre hay que preguntarse si para una determinada acción es mejor pedir permiso o perdón. Si necesitamos algo rápido, sencillo y con impacto probablemente sea mejor no avisar de las intenciones, tirarse a la piscina y arriesgarse a tener que pedir perdón (aunque sólo será a unos, no a todos). Cuando nuestro atrevimiento afecte a grandes piedras filosofales o requiera recursos ajenos, probablemente convenga pedir permiso.
Cuando decidas arriesgarte a pedir perdón, asegúrate al menos de lo que hagas no te quite el sueño.
Otro valor fundamental es la búsqueda de la Armonía y el Acuerdo. Conseguiremos así definir proyectos orientados a la satisfacción propia y ajena involucrando a otros en nuestras iniciativas, así como el acceso a los recursos para su consecución. Pero cuidado, supeditar sistemáticamente nuestra acción a la aprobación de teceros es un error.
Todos somos diferentes, unos de otros. Si hacemos una media aritmética de todas las preferencias o gustos de las personas, el resultado es cero (salvo en grandes cuestiones como la libertad, la privacidad, etc...). Si siempre condicionamos nuestra acción a la aprobación popular, si no actuamos nunca sin someter primero nuestras ideas al grupo para que todo el mundo opine, conseguiremos en no pocos casos matar cualquier conato innovador que cruce por nuestra mente.
Por todo ello, hay ocasiones en las que es mejor no preguntar, y someter a opinión nuestros hechos consumados. El riesgo es que alguien se pueda disgustar, pero el éxito puede ser desarrollar algo auténtico y diferente.
Siempre hay que preguntarse si para una determinada acción es mejor pedir permiso o perdón. Si necesitamos algo rápido, sencillo y con impacto probablemente sea mejor no avisar de las intenciones, tirarse a la piscina y arriesgarse a tener que pedir perdón (aunque sólo será a unos, no a todos). Cuando nuestro atrevimiento afecte a grandes piedras filosofales o requiera recursos ajenos, probablemente convenga pedir permiso.
Cuando decidas arriesgarte a pedir perdón, asegúrate al menos de lo que hagas no te quite el sueño.
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