Estrés o no estrés, esa es la cuestión

La mejor forma empezar a resolver un problema es estudiarlo. Esto es cierto para la ingeniería y para el amor. También es cierto para el Estrés, objeto de este post.

La Real Academia de la Lengua Española ha incorporado esta voz al castellano adaptando el término inglés stress, al que define como sigue:
Tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves.

El control del estrés tiene por lo tanto el objetivo de reducir al máximo la probabilidad de sufrir daño hardware o software (somático o psicológico), y debe abordarse estudiando la tensión y el agobio, ambos situacionales. Cuanta sabiduría contienen los diccionarios.

Si, yo tengo estrés. Pero hoy en día que soy depositario de la mayor responsabilidad que se me ha confiado nunca, experimento una fracción del que he podido sufrir en puestos de menor rango. Lo bueno es que esto no es por casualidad, sino más bien el fruto de una lucha mental activa.

Hace años, el mero hecho de que un coche se pusiera a un metro detrás de mí en carretera era suficiente para notar palpitación en mi pecho. Si además me hacía las luces la sensación de presión dentro del costillaje era indescriptible.
Hoy conduzco lento para ahorrar planeta, con lo que la cantidad de luces que veo por mi retrovisor se ha multiplicado. Pero ya no noto nada en mi pecho, sólo experimento un profundo y sosegado placer.

¿Cómo?

Realmente, la situación no ha cambiado. El estímulo es el mismo: malos conductores maniobrando temerariamente en mi proximidad, y agresiones en lenguaje simbólico a modo de ráfagas de luz.

Lo que he trabajado ha sido el punto de vista. Donde antes me sentía agredido, ahora ya no. Donde antes me sentía presionado, ahora ya no. Donde antes me sentía retado, ahora ya definitivamente, no. Ahora no le concedo valor al estímulo. Me tiene sin cuidado que otros conductores hagan lo que hacen.

Es un paso mucho más allá al estoicismo (Fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad, según la RAE), pues realmente no he generado un mayor aguante al estímulo. No he conseguido soportar un grado de dolor mayor. Sencillamente, ahora no me duele, por que he entrenado racionalmente la capacidad refleja de ignorar el estímulo.

Se puede ir más allá. Cuando ahora me hacen las luces, interpreto que son saludos que celebran mi capacidad de conducir haciendo un uso racional de la energía. Los demás conductores me felicitan por mi compromiso con el medio ambiente y me manifiestan con alegres lucecillas su deseo de conseguir algún día ser como yo. Y yo me río mientras juego construyendo esa visión que hace ser feliz.

La vida en la oficina es generalmente estresante. Hay quien lo resuelve yéndose de vacaciones, o lo que es lo mismo, huyendo del estímulo. Es una solución absurda, pues cuesta dinero y además con el retorno al ecosistema aparece de nuevo el riesgo de daño hardware o software.

Es mucho más interesante estudiar racionalmente el estímulo que nos produce la reacción y optar posteriormente entre suprimirlo (aportando soluciones), convertirlo en fuente de valor positivo (invirtiendo su polaridad), o anularlo semánticamente (como en el caso de la conducción).

Esa es la cuestión.

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