El falaz binomio de los tiempos difíciles y los hombres fuertes
Escucho con creciente frecuencia, y procedente de fuentes diversas, el enunciado “los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos fáciles; los tiempos fáciles crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles”. Se atribuye a Michael Hopf, quien según la web de Penguin Random House fue Marine de los EE.UU. y guardaespaldas antes de dedicarse a la literatura.
Me propongo criticar esta proposición, por considerarla incorrecta.
Desconozco el contexto de su formulación, pero no se me escapa en absoluto el sentido que se da a esta cita cuando la escucho en boca ajena: en algún momento del pasado se terminaron los tiempos fáciles, y ahora nos tocará apechugar con tiempos muy difíciles cuya severidad real está todavía por ver, y que por descontado será órdenes de magnitud superior a lo que creamos estar ya experimentando.
En mi opinión, estamos observando de forma evidente la implosión de Occidente a nivel económico, político y social. Deudas soberanas fuera de control, clase dirigente circense carente de una mínima profundidad intelectual, o polarización ideológica de una sociedad que pierde población por envejecimiento son sólo algunos serios problemas estratégicos que alimentan los poderosos movimientos telúricos que resquebrajan de forma progresiva y acelerada las bases de nuestra forma de vida. En ese sentido, entiendo que efectivamente nos vamos a dar una buena hostia más pronto que tarde. Rechazo que según Hopf, esto sea consecuencia de ser nosotros unos flojos. Creo que la relación causa-efecto es más elaborada.
Antes de seguir, deberíamos aclarar qué debe entenderse por tiempos difíciles y fáciles, así como por hombres fuertes y débiles. Como no tengo a quién consultar, cometeré el atrevimiento de centrar yo mismo estos dos ejes sin medias tintas: por tiempos difíciles entenderé periodos de conflicto, y por tiempos fáciles los de prosperidad. Consideraré hombres fuertes los que son capaces de luchar en los primeros para defender sus objetivos, y por débiles aquellos que no son capaces de pelear eficazmente a posteriori para mantenerlos.
Aplicado al siglo pasado, podríamos concluir que los tiempos difíciles vividos por los alemanes tras la Primera Guerra Mundial dieron lugar a los hombres fuertes del nazismo, capaces de unirse para luchar por un objetivo común frente a la adversidad económica impuesta por el tratado de Versalles. Visto desde el lado de los aliados, los tiempos infaustos vividos por éstos enfrentados al Eje habrían alumbrado hombres fuertes (esta vez los buenos dignos de admiración) a los que debemos agradecer haber vaporizado a cientos de miles de almas civiles inocentes con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón.
Chirría, ¿verdad?
Me gusta sacar las cosas de madre.
Si las dificultades crean hombres fuertes, estos sólo traen monstruosidades y destrucción despiadada. Los hombres fuertes vencedores no crean tiempos fáciles, eso es una soberana estupidez: crean hombres fuertes vencidos y con ello la garantía de más tiempos difíciles, como los correspondientes al periodo entreguerras del pasado siglo.
Ocasionalmente la destrucción total da lugar a hombres cabales y conciliadores, capaces de establecer las condiciones para vivir tiempos serenos en los que saborear, con humildad y una buena dosis de miseria, la difícil senda que recorrida fraternalmente por una sociedad con el alma herida puede conducir progresivamente a una nueva vida digna.
Sin embargo, el tiempo desdibuja la pesadilla que dio origen a estos tiempos de concordia conforme sus protagonistas nos dejan, y con su desaparición se pierde la memoria colectiva. Es entonces cuando la conciliación, esa actitud cuyo ejercicio requiere más cabeza y energía que la rivalidad, deja de sentirse como algo necesario. Superado el nivel de confort básico, conquistada la vida basada en tener lo suficiente, alcanzados ahora sí los tiempos fáciles, es entonces cuando aparecen masivamente los hombres insaciables, egoístas e individualistas, a los que no supone quebranto alguno polarizar a sus sociedades con tal de mantenerse en el poder.
Así, los tiempos difíciles crean monstruos, y los monstruos destrucción, hombres fuertes vencidos y nuevos tiempos difíciles. Raramente la destrucción trae hombres conciliadores, y éstos, tiempos de colaboración y crecimiento. El paso del tiempo genera amnesia, y ésta hombres inconscientes que rompen la sociedad, abocándola a nuevos tiempos difíciles. Ahora sí, me cuadra más este bucle cerrado.
En tu entorno ¿fomentas la colaboración o alimentas la rivalidad? ¿identificas bandos donde deberían existir equipos? ¿y qué haces? ¿medias u observas la batalla? ¿cuáles son tus “tiempos”? ¿eres capaz de conciliar o hundes a tus adversarios? ¿juzgas las ideas por su esencia o por quién las enuncia? ¿has sido capaz alguna vez de cambiar tu punto de vista, aceptando una alternativa de calidad propuesta por alguien que no tragas?
Me propongo criticar esta proposición, por considerarla incorrecta.
Desconozco el contexto de su formulación, pero no se me escapa en absoluto el sentido que se da a esta cita cuando la escucho en boca ajena: en algún momento del pasado se terminaron los tiempos fáciles, y ahora nos tocará apechugar con tiempos muy difíciles cuya severidad real está todavía por ver, y que por descontado será órdenes de magnitud superior a lo que creamos estar ya experimentando.
En mi opinión, estamos observando de forma evidente la implosión de Occidente a nivel económico, político y social. Deudas soberanas fuera de control, clase dirigente circense carente de una mínima profundidad intelectual, o polarización ideológica de una sociedad que pierde población por envejecimiento son sólo algunos serios problemas estratégicos que alimentan los poderosos movimientos telúricos que resquebrajan de forma progresiva y acelerada las bases de nuestra forma de vida. En ese sentido, entiendo que efectivamente nos vamos a dar una buena hostia más pronto que tarde. Rechazo que según Hopf, esto sea consecuencia de ser nosotros unos flojos. Creo que la relación causa-efecto es más elaborada.
Antes de seguir, deberíamos aclarar qué debe entenderse por tiempos difíciles y fáciles, así como por hombres fuertes y débiles. Como no tengo a quién consultar, cometeré el atrevimiento de centrar yo mismo estos dos ejes sin medias tintas: por tiempos difíciles entenderé periodos de conflicto, y por tiempos fáciles los de prosperidad. Consideraré hombres fuertes los que son capaces de luchar en los primeros para defender sus objetivos, y por débiles aquellos que no son capaces de pelear eficazmente a posteriori para mantenerlos.
Aplicado al siglo pasado, podríamos concluir que los tiempos difíciles vividos por los alemanes tras la Primera Guerra Mundial dieron lugar a los hombres fuertes del nazismo, capaces de unirse para luchar por un objetivo común frente a la adversidad económica impuesta por el tratado de Versalles. Visto desde el lado de los aliados, los tiempos infaustos vividos por éstos enfrentados al Eje habrían alumbrado hombres fuertes (esta vez los buenos dignos de admiración) a los que debemos agradecer haber vaporizado a cientos de miles de almas civiles inocentes con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón.
Chirría, ¿verdad?
Me gusta sacar las cosas de madre.
Si las dificultades crean hombres fuertes, estos sólo traen monstruosidades y destrucción despiadada. Los hombres fuertes vencedores no crean tiempos fáciles, eso es una soberana estupidez: crean hombres fuertes vencidos y con ello la garantía de más tiempos difíciles, como los correspondientes al periodo entreguerras del pasado siglo.
Ocasionalmente la destrucción total da lugar a hombres cabales y conciliadores, capaces de establecer las condiciones para vivir tiempos serenos en los que saborear, con humildad y una buena dosis de miseria, la difícil senda que recorrida fraternalmente por una sociedad con el alma herida puede conducir progresivamente a una nueva vida digna.
Sin embargo, el tiempo desdibuja la pesadilla que dio origen a estos tiempos de concordia conforme sus protagonistas nos dejan, y con su desaparición se pierde la memoria colectiva. Es entonces cuando la conciliación, esa actitud cuyo ejercicio requiere más cabeza y energía que la rivalidad, deja de sentirse como algo necesario. Superado el nivel de confort básico, conquistada la vida basada en tener lo suficiente, alcanzados ahora sí los tiempos fáciles, es entonces cuando aparecen masivamente los hombres insaciables, egoístas e individualistas, a los que no supone quebranto alguno polarizar a sus sociedades con tal de mantenerse en el poder.
Así, los tiempos difíciles crean monstruos, y los monstruos destrucción, hombres fuertes vencidos y nuevos tiempos difíciles. Raramente la destrucción trae hombres conciliadores, y éstos, tiempos de colaboración y crecimiento. El paso del tiempo genera amnesia, y ésta hombres inconscientes que rompen la sociedad, abocándola a nuevos tiempos difíciles. Ahora sí, me cuadra más este bucle cerrado.
En tu entorno ¿fomentas la colaboración o alimentas la rivalidad? ¿identificas bandos donde deberían existir equipos? ¿y qué haces? ¿medias u observas la batalla? ¿cuáles son tus “tiempos”? ¿eres capaz de conciliar o hundes a tus adversarios? ¿juzgas las ideas por su esencia o por quién las enuncia? ¿has sido capaz alguna vez de cambiar tu punto de vista, aceptando una alternativa de calidad propuesta por alguien que no tragas?
¿Qué tipo de hombre o mujer eres? ¿de qué tipo quieres ser? ¿fuerte, realmente?
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