Da, sin esperar nada a cambio



Dependiendo de tus reflejos, de tu estado fundamental, habrás interpretado una cosa o la contraria al leer este impertinente slogan. Nos detendremos otro día en el asunto de los reflejos, hoy me interesa mucho más el binomio esfuerzo-resarcimiento.

Exploremos el universo de posibilidades. En un primer momento, este enunciado puede tufar a leitmotiv de un adicto al trabajo que persigue la consagración en la entrega a su actividad profesional ¿verdad? A fin de cuentas, qué puede esperarse del diario de un Jefe Novato que no sea servir de soporte para la difusión de reflexiones necesariamente sospechosas de incondicional “actitud proempresa”. Bien, concedo que es una forma de verlo.

Ya que estamos, podemos enfocarlo incluso con mayor dramatismo, interpretándolo como la forma de genuina abnegación característica del derrotado, que ha hecho votos de sufrimiento irrevocables para sobrellevar una existencia laboral y personal que se le ha escapado de las manos hasta el punto de no saber ya siquiera inconformarse.

Cierto es que tus reflejos pueden haber sido otros muy distintos. Hay personas que aparentemente renuncian a sí mismas en parte o en la totalidad, para entregar todo su tiempo, ilusión e incluso recursos, a realizar labores orientadas al bien ajeno. Imagino que son “sencillamente” seres extraordinarios que han logrado saber anteponer sus ideales humanistas a sus aspiraciones materiales, hasta el punto de resultarles difícil o imposible vivir de espaldas a sus valores, una situación que les supondría un desasosiego imposible de compensar por muy acomodada que fuese la vida a la que tendrían acceso de otro modo.
Pienso en Médicos sin Fronteras, en Cruz Roja, en el voluntariado en general carente de marcas reconocibles, en secciones muy concretas de organizaciones religiosas, y como no tengo especial interés en que estés de acuerdo conmigo al menos de entrada, también en gente como Bill Gates que dedica su tiempo (ese recurso que nos trata a todos por igual y que no se puede comprar, ni con la mayor de las fortunas) a crear por ejemplo inodoros sin agua para países que no tienen la fortuna de poder separar cotidianamente el agua que beben de la que contaminan haciendo lo contrario y más, carentes de nuestros tronos de porcelana y costosas redes de saneamiento (véase gatesnotes.com).

Quitados estos dos patrones extremos, la inmensa mayoría de nosotros nos movemos entre dos aguas. No somos ni mártires de nuestra existencia laboral, ni trabajadores obsesivos compulsivos, ni filántropos ángeles de la guarda. Todos los días damos, y esperamos algo a cambio que no sólo viene del interior, sino fundamentalmente del exterior: una paga, unas vacaciones, unos derechos, unas garantías.


¿A qué viene entonces eso de “dar sin esperar nada a cambio”?


Cuando uno accede a un trabajo en el escalón más bajo de la jerarquía de una organización, “da a cambio”, y si se analiza mínimamente lo que da y lo que recibe puede establecerse una relación casi directa. La tarifa puede establecerse en términos de hora trabajada, de unidades fabricadas, o de ventas trimestrales. Si da, recibe.
Sin embargo, desde el momento en que se adquieren responsabilidades de gestión, el binomio entrega/resarcimiento se desdibuja absolutamente. En el momento en que se te confía parte de “la organización de la Organización”, han dejado de gratificarte por las horas que trabajes, para pasar a recompensarte por los resultados que alcance… tu gente.

Las horas que debas dedicar a conseguir que ruede el engranaje dejan de ser un asunto mecánico de la Organización, para pasar a ser única y exclusivamente un problema de mantenimiento de tu trócola personal. Muy moderna tiene que ser una empresa para que sea ella quien cuide de que no te gripes. En definitiva, si has aceptado el puesto, tendrás que dedicarle el tiempo que sea necesario para sacar lo mejor de ti y de tus colaboradores, sin descuidar no ya la búsqueda, sino la conquista de un virtuoso equilibrio entre tus vidas profesional y personal que debes necesariamente mantener si quieres hacer felices a los que te rodean dentro y fuera de tu corporativa patria.

Tendrás que dar, dar diferente y dar seguramente más, mucho más en un contexto en el que difícilmente podrás establecer un binomio directo céntimo-ingresado / minuto-trabajado. Quizá percibas un variable que dependa parcialmente de tu desempeño directo, pero en general, considerar que te vendes por una tarifa plana a cambio de dar lo mejor maximiza la salud mental.

Esto no quita, por supuesto, que de vez en cuando levantes la cabeza de la porquera para calibrar el rendimiento de tu esfuerzo, no sólo en términos monetarios sino también en cuestión de flexibilidad, conciliación y nivel de estímulo intelectual que supone el reto que gobiernas, todo ello sin descuidar la alineación entre tus valores y el impacto social que generas. No es lo mismo dedicarse a fabricar camiones de bomberos que pasarse el día optimizando bombas de racimo.

Por todo lo anterior, da, da sin esperar nada a cambio, sin buscar un resarcimiento instantáneo, porque la gratificación inmediata mata la capacidad de mantener un esfuerzo sostenido, ese mecanismo de prueba y error que alumbra los grandes progresos. Da a capazos, a mansalva, sin mesura y sin temer, porque cuanto más generosa y desprendidamente des, ya sea amando, trabajando o saliendo a correr, más grande y potente será el músculo que esfuerces, sea este tu corazón o tu poderoso cerebro. El crecimiento personal es el primer pago en especie que debe formar parte integral de tus satisfacciones. Porque si sólo te vendes pura y exclusivamente por compensación exterior,  te sorprenderás (o no) preguntándote con cada beso que des si éste es correspondido, o si la nómina de cada mes resucita las horas de vida que te has quitado, síntomas ambos evidentes de que no viajas en el tren correcto porque habrás confiado tu felicidad, tu integridad y el control de tus actos a lo que otros te vayan entregando, habrás dejado de ser tú.


Cuando te comprometes con un objetivo ¿lo das todo con pasión o funcionas por inercias? ¿Te levantas cada mañana con ganas de llegar a la oficina o te preguntas constantemente si vale la pena lo que haces? ¿Cuánto y cómo das a quienes dependen de ti? ¿Les das aprecio, respeto, reto y sincero reconocimiento?

Recuerda dar, también, no sólo a quien de quién dependes, sino a quienes dependen de ti, generosamente, porque si no cuidas de tu equipo éste no te entregará lo más humanamente genuino y valioso que puede ofrecerte, su compromiso. Se esfumarán con su ausencia las oportunidades de obtener tú lo que tanto esperas recibir con inmensa generosidad, en esos sanos y necesarios momentos en los que calibras el balance termodinámico sudor vs. orden gestionado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Trabajo reactivo vs. trabajo proactivo

Pirámide invertida

¿Reunitis aguda? ¡Huye!