TU MISIÓN EN LA VIDA
Como lo lees.
Así, directamente. Sin paños ni anestesia.
Revelarte cuál es tu misión en TU vida es seguramente la exigencia mínima que debo satisfacer si pretendo despertar un mínimo interés tras doce años de honesto silencio. No creo que tus expectativas estén por debajo de este umbral. Y no quiero defraudarte. Debes saber desde ya que, efectivamente, en estas líneas te voy a desvelar hoy la respuesta a esta trascendental cuestión, cuya vigencia se remonta al momento en el que la mente del Hombre superó el nivel de inteligencia necesario para empezar a "incomprenderlo" todo.
Pero no te asustes. No. No me he hecho místico durante esta larga pausa, ni profeso nuevos o viejos dogmas. Sigo sin leer los horóscopos y desde luego ni me he apuntado a sesiones de mindfulness ni pienso hacerlo.
Eso sí, mi mind está full porque desde que he vuelto al mundo de la Gestión se agolpan ya en mi “libreta de ideas clave” una treintena de temas con los que dar continuidad a este Blog que con tanto cariño elaboré en 2008 y que, con toda humildad, me propongo retomar de nuevo ahora que mi mente bulle con nuevas experiencias en un entorno completamente diferente del que sirvió de inspiración para los 50 artículos publicados entonces.
De nuevo me he encontrado a los mandos de un pequeño terruño, una pequeña parcela de proporciones infinitesimales perteneciente a una organización abrumadoramente inconmensurable. Recuerdo todavía con una sonrisa “mi primera vez” cuando en 2004, con apenas un año y medio de experiencia, tomé las riendas de otra ínfima parcela de la empresa de tamaño medio que tanto me enseñó, muy ágil, extraordinariamente dinámica, increíblemente elástica y demostradamente adaptativa como su supervivencia desde 1949 sigue evidenciando día a día.
Recuerdo claramente sentir un absoluto vértigo cuando habiendo recibido mi nombramiento como Director Técnico de Exportación me pregunté “¿y ahora qué hago?” sin lograr encontrar una respuesta acotada, práctica, aplicable y valiosa. Sabía que quería, pero no sabía qué quería. Mi juventud considerada en sentido amplio era probablemente excesiva para dar ese paso, el Jefe al que relevaba absolutamente deslumbrante para la organización y para mí, y el equipo que debía capitanear estaba formado por quienes habían sido mis admirados maestros.
Esta vez ha sido diferente. Los tiempos han cambiado, muchas lunas han pasado en una cadencia acelerada, y la edad o los cachorros de Sapiens que he traído a la existencia han mutado mi escala de prioridades al tiempo que me han dotado de soportes emocionales desconocidos para mí hace una década (como la paciencia), con los que poder realizar un aterrizaje mucho más llevadero en esta mi nueva misión.
Pero como Bernal Díaz del Castillo repite constantemente en su “Historia verdadera de la conquista de Nueva España”, en la que narra sus peripecias en Méjico bajo el mando de Hernán Cortés en los años 1520, “dejemos ahora estas pláticas y contemos lo que demás pasó”, porque no he resurgido del silencio para hablar de mi libro, sino del tuyo.
La revelación de cuál es tú misión en TU vida me la proporcionó Stephen Pinker en “Enlightment Now” ("En defensa de la ilustración", si quieres buscarlo en su versión española). En su segundo capítulo, apenas citados la obra de Peter Atkins “The Four Laws that Drive the Universe” que divulga conceptos termodinámicos y una publicación de los psicólogos evolutivos John Tooby, Leda Cosmides y Clarck Barret que versa sobre elementos fundacionales de las ciencias de la mente “The Second Law of Thermodynamics is the First Law of Psychology”, Pinker desvela de forma irrefutable cuál es tu misión en tu vida, y me la cuenta a mí, porque curiosamente coincide con la mía. Es más, se la cuenta a todos, porque tu misión es la de todos, desde la del gato de mi vecino hasta la del naranjo que tengo en el jardín: gestionar el orden. Ahí lo llevas.
(Y no, tampoco me he dejado abducir por Marie Kondo).
¿Acaso esperabas algo más sofisticado?
Desde un punto de vista puramente biológico, todo lo que aceptamos considerar “seres vivos” son estructuras físicas abrumadoramente complejas que captan energía de su entorno para mantener su propio orden interno. A partir de un determinado nivel de desorden, pierden la capacidad de captar energía del exterior, lo que acelera su desmantelamiento en un proceso a lo largo del cual se transita en algún momento por un hito llamado muerte.
Así, tu misión primordial es mantener el orden interno para permanecer vivo. Yo siempre he sido un desastre, pero de momento sigo respirando.
Salvo las plantas, los seres vivos obtienen energía comiéndose a otros seres vivos, es decir, desordenándolos: una célula oxida nutrientes, un lobo desordena ovejas, y la Humanidad desordena su entorno poniendo en riesgo su propio orden. En definitiva, captar energía externa para mantener el orden interno implica irremediablemente desordenar el exterior.
Al abandonar el patrón cazador-recolector, los humanos hemos sofisticado el modo en el que intercambiamos con nuestro entorno la energía requerida para lograr nuestra supervivencia y la de nuestras familias. Ahora nos procuramos dinero a cambio de trabajo, es decir, un mecanismo de intermediación energética a cambio de participar en el orden social y económico. En otras palabras, los Humanos insertamos hace 10.000 años una etapa intermedia de creciente complejidad en el balance termodinámico final por el que el desorden Universal crece necesaria e inexorablemente para mantenernos vivos, con la que hemos convenido proporcionarnos sustento a cambio de aumentar, mantener y ocasionalmente destruir el orden Humano.
Es innegable por lo tanto que celuloide eucariota o loboide desovejador, tu misión en tu vida gestora es simple y llanamente, gestionar el orden.
En primer lugar y más importante, tienes que comprender el orden en el que te mueves, sus estructuras y sus relaciones, sus normas ISO, UNE, DIN, EHE, ANSI o el BOE, sus gentes, sus responsables, su misión, visión y valores. Y a partir de ahí, lo que te hayan encomendado o te pida el cuerpo: mantener el orden o modificarlo.
Quizá seas un creador que alumbre nuevas empresas, organices masacres, fomentes constructivas dinámicas de equipo, alimentes conflictos, oportunidades, dolores de cabeza o des con nuevos productos y servicios para el bien o el horror. También puedes ser un aniquilador que cierra negocios, alimenta ilusiones, rompe valiosos equilibrios, disponga sólidos cimientos para la mejora, liquide mafias o corrija desigualdades. ¿Has quedado quizá algo aturdid@ por este desordenado elenco de contradicciones? Crear o destruir son las dos caras de una misma moneda, la de modificar el orden, pero con matices morales o éticos, cuestión de gustos. Entremedias, una enorme masa mantiene el orden o se aferra a él, aun cuando se escuchan los profundos crujidos con los que los potentes vórtices de las fuerzas socioeconómicas nos cambian el compás, constantemente.
¿En qué entorno te mueves? ¿Qué te han encomendado? Si has de cambiar algo ¿con qué criterio lo harás? ¿Eres coherente o dices hoy una cosa y mañana la contraria? ¿Son tus valores compatibles con los márgenes de entropía en los que debes mantener el sistema que te han confiado? Si tienes claro tu Orden objetivo ¿lo conocen tus colaboradores? ¿cómo comunicas, sigues, auditas y maniobras tus tropas?
La figura que ilustra este post representa dos frascos comunicados por un tubo central. El frasco de la izquierda contiene gas y el de la derecha está vacío, lo que representa un estado inicial muy ordenado. Es fácil intuir en términos de presiones, que en un tiempo finito el gas se habrá distribuido uniformemente ocupando el recinto completo, y que por muy aleatorias que sean las interacciones entre sus moléculas durante toda la eternidad, ninguna combinación de movimientos devolverá el gas a su recinto inicial dejando el otro nuevamente vacío. Esto sería una violación del principio por el que todo sistema físico tiende a su estado de mínima energía potencial.
Yo lo entiendo mejor con ovejas, por lo que en vez de proponer usar un compresor movido por energía externa al sistema "gas-recipiente" para deshacer el equilibrio y volver a confinar el gas en uno de los frascos, diré que un perro pastor entrenado (redes neuronales ordenadas a base de tiempo y energía) podrá destinar parte de su alimento diario a devolver el rebaño a su corral como indica la flecha roja.
Físicamente irrefutable (al menos de momento), todo sistema tiende a su estado de mínima energía potencial o máximo desorden. Si has de modificar un determinado orden o incluso mantenerlo, deberás transferir energía al sistema que gestionas tal cual la bomba de calor de tu aire acondicionado. Igualito que el perro pastor frente al sistema ovejas-corral, gobernarás las reuniones de la mañana con la fruta del desayuno.
Come correctamente y duerme suficientemente. Recuerda, “la dificultad se mide en watios”, por lo que la cantidad de caos que puedes abarcar depende de tu potencia. Sé consciente de tu capacidad de transferencia de energía y mantén tu motor dentro de parámetros.
¿Cuál es tu condición física? ¿Y la emocional? ¿Se resiente tu hardware?¿Eres eficiente? ¿Cuánta energía necesitas para modificar una determinada cantidad de desorden?
Modificar el orden interno supone desordenar el exterior para captar energía. Procura que el único desorden inevitable que provoques en el exterior venga de comer un buen plato, y no de desbaratar aquellas estructuras que debes preservar.
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