El Hombre de Mundo
Desde los inicios de la civilización el hombre ha mantenido contacto con sus "diferentes", entre otras cosas por negocios. Utilizo "diferentes" porque no participo de la aberración que pretende establecer que todos somos iguales. Aparte de ser mentira, sería terrible. El Mundo es diverso y esa es precisamente su riqueza.
Decía que el hombre ha mantenido contacto con sus diferentes desde tiempos inmemoriales. Esto mismo lo pude comprobar recientemente cuando visité el museo de El Cairo, y pude contemplar entre las piezas que formaban el tesoro de la tumba de Tutankamón siete bastones cuyas empuñaduras representaban las razas conocidas en aquella época: Árabes, Negros, Asiáticos, etc... De esto hace más de 3.000 años.
En la antigüedad, el hombre hacía prácticamente lo mismo que ahora, sólo que a mano y más lentamente, por lo que imagino que hacer la ruta de la seda supondría una transición gradual entre el lugar de origen y su extremadamente lejano destino.
Hoy en día también conocemos a las gentes talladas en los bastones, y muchos tenemos la oportunidad de viajar y trabajar con ellas. Pero todo es más rápido: somos capaces de llegar a las antípodas en menos tiempo del que la Tierra tarda en dar una vuelta sobre su propio eje. Pensar requiere tiempo, y esta velocidad no permite proyectar la experiencia del viaje mucho más allá de desplazar los propios átomos de una coordenada a otra para resolver una negociación.
Aun así, no debemos perder de vista que la necesidad de tratar con Humanos lejanos está precisamente motivada porque podemos convertir las diferencias que nos separan en puntos de encuentro poderosos. En caso contrario, nos ahorraríamos algo de efecto invernadero.
Cuando viajes, intenta comprender por qué existen las diferencias y de qué forma pueden enriquecer el ecosistema del que partes hacia su encuentro. Mira por la ventanilla del avión, contempla la estepa siberiana congelada cuando la loxodrómica te lleve a China persiguiendo al sol, o el inmenso océano cuando te adentres en la noche en dirección al Nuevo Mundo. Contempla las calles y las gentes de las ciudades en las que tú eres el raro, descubre los olores, escucha los sonidos, enciende el televisor en el Hotel y pon una emisora local, nunca la CNN (ver las noticias por satélite en Shanghai es como ir al Carrefour en Estambul, hace el mundo uniforme).
Ahora estás lejos de casa, y todos los desiertos y selvas que has cruzado han condicionado desde el origen de los tiempos la forma de comprender la vida y los negocios de aquellos a cuyo encuentro vas.
Recuerdo cuando viajé por primera vez en avión, con 16 años. Al asomarme lentamente por la puerta delantera del 737 de Lufthansa en Bremen respiré hondo y pensé sonriendo "Qué gracia, tan lejos de casa y también hay oxígeno".
Ser hombre de mundo es mucho más que evacuar a 10.000 millas de distancia lo que has desayunado en casa y digerido a 36.000 pies de nivel de crucero, contribuyendo a la apocalipsis del planeta.
¿Qué puedes aportarles tú? ¿Qué te van a aportar a tí? ¿Cómo los percibes? ¿Qué eres tú a sus ojos?
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Tus fans.