¡Sin límites! ¡A lo grande!

Corría el curso 2001-2002.
Me encontraba en el extranjero, en Alemania, desarrollando mi proyecto final de carrera con una tutora egipcia. Teníamos algo en común (unos objetivos de investigación), pero poco más. Y esa distancia que nos separaba fue origen y destino de muchas conversaciones "no operativas", muy enriquecedoras.
No recuerdo con precisión qué nos llevo una tarde a un debate en el que ella enunció una frase que me ha quedado marcada: "Los límites, se los pone uno mismo".
A mi vuelta, en agosto de 2002, el tiempo me afixiaba. Quería acabar la carrera, pero me quedaba una asignatura. Quería trabajar, pero no estaba todavía titulado. Necesitaba movimiento.
Conseguí una plaza de becario en un fabricante de automóviles donde aprendí lo que no está escrito. A diferencia de mis compañeros universitarios, me conseguí un mono azul y me mezclé con los operarios, que son los que más saben de hacer coches. 
Entretanto, la prisa por nacer profesionalmente me hizo junto con un compañero tantear la creación de una empresa basada en una idea tecnológica. La intención nunca cuajó, pero mientras jugamos con la idea vivimos buenas experiencias: generación de ideas, diseño de una marca, desarrollo de una visión de negocio, etc... incluso dimos con un "mecenas" interesado en invertir en nuestra vibrante energía.
Una de las experiencias interesantes fue un seminario dado en el CEEI por un directivo de Grefusa. Yo no pude acudir, pero sí mi "socio". Me contó con pasión cómo había discurrido el evento, destacando que lo que más le había marcado había sido la conclusión del ponente "hagáis lo que hagáis, hacedlo a lo grande."
Mientras tanto, languidecía durante el horario laboral haciendo un trabajo anodino típico de becario. Peor incluso que fotocopias. Pero un día, supe que la compañía tenía que renovar uno de sus sistemas de control de calidad. Esto requería el despliegue de nuevas herramientas, métodos de trabajo, y la formación del personal. 
Me acordé de mi tutora, y convencido por fin de que los límites no vienen impuestos por el entorno sino que nacen principalmente dentro de  nosotros mismos, decidí derribarlos. Tampoco tenía ni idea de en qué consistía la novedad ni el reto, pero sabía que si quería provocar un cambio radical en mi día a día debía pisar fuerte, a lo grande. Y así me propuse para la tarea y me fue concedida. 
Los días grises se convirtieron en un gran frenesí, en un reto, un proyecto, en el que acabé dando formación a 60 operarios en la escuela universitaria de la empresa adscrita a la politécnica.
Había transformado por primera vez y de forma sustancial mi vida profesional. Había pasado de ser un estudiante con objetivos académicos reglamentados a una mente liberada capaz de escoger el camino. Me había inventado mis propias metas. Y todo esto, tan sólo con dos ingredientes: Superar los límites autoimpuestos, y hacerlo a lo grande. Y desde entonces, es para mí un lema.
Persigue tus sueños, están al alcance de tu mano. Recuerda: sólo debes intentarlo, y apostar fuerte por ellos. Márcate metas ambiciosas, y trabaja duro para conseguirlas. Nunca te quedes con la sensación de no haberlo intentado... Te habrás autoimpuesto un límite. Y si decides ir a por algo, hazlo sin vacilar. Empléate a fondo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Trabajo reactivo vs. trabajo proactivo

Pirámide invertida

¿Reunitis aguda? ¡Huye!